Por qué el sexo duele: lo que nadie te dice, pero muchas personas viven en silencio

Si alguna vez has salido de la cama pensando: “¿Por qué me duele al tener relaciones?”, quiero decirte algo muy claro:

No estás rota, no eres rara y no es culpa tuya.

A muchísimas mujeres y personas con vulva les pasa, pero casi nadie lo cuenta.
En lugar de hablarlo, muchas terminan buscando en Google: “por qué el sexo duele”, como si el buscador fuera un lugar más seguro que una amiga, la pareja o un profesional.

Ha llegado el momento de poner luz a esto. Porque el sexo no debería doler.
Y cuando duele, tu cuerpo no te traiciona: te está diciendo “oye, algo aquí no va bien para mí”.

1. El dolor al tener relaciones sexuales no es normal (aunque te lo hayan hecho creer)

Durante años se han repetido frases como:

  • “Es que al principio molesta, es normal”

  • “Ya te acostumbrarás”

  • “Es cuestión de relajarte”

La realidad es otra: El dolor repetido no es una fase, es una señal. Y tu cuerpo no envía señales para fastidiarte, sino para protegerte.

Normalizar que el sexo duela hace que muchas personas aguanten en silencio, se desconecten de su cuerpo y pierdan el deseo. Por eso es tan importante nombrarlo: el dolor en las relaciones sexuales no es algo que debas soportar.

2. Por qué el sexo duele: causas frecuentes y reales

No hay una única razón por la que el sexo puede doler. Suelen mezclarse factores físicos, emocionales y relacionales. Estas son algunas causas frecuentes de dolor al tener relaciones sexuales:

2.1 Falta de excitación real

Tu cabeza puede estar diciendo “venga, va”, pero tu cuerpo no siempre va al mismo ritmo.

Cuando no hay excitación suficiente:

La excitación no es fingir que te apetece para “quedar bien”. Es sentir que tu cuerpo está preparado: que tiene el tiempo suficiente de caricias y juego previo. Que sientes seguridad con otra persona. Y no sentir prisa ni presión.

2.2 Estrés, ansiedad y presión por “hacerlo bien”

Cuando estás preocupada, tensada por el trabajo, la familia o el día a día o en modo autoexigencia (“tengo que hacerlo bien”, “no quiero decepcionar”), tu cuerpo entra en modo defensa.

Esto puede provocar:

  • Dificultad para excitarte.

  • Tensión muscular.

  • Dolor durante la penetración o rechazo al contacto.

El cuerpo interpreta la situación como una posible amenaza, no como un espacio de placer.

2.3 Experiencias pasadas que todavía pesan

A veces, el cuerpo recuerda lo que la mente ha intentado minimizar. Puede ser:

  • Un comentario hiriente sobre tu cuerpo o tu forma de tener sexo.

  • Una experiencia pasada donde ya te dolió y lo ignoraste.

  • Una pareja anterior exigente, que se enfadaba o presionaba.

  • Situaciones de abuso o violencia sexual.

Aunque pienses que “ya lo has superado”, el cuerpo puede seguir en alerta. Esa alerta se traduce en: tensión, miedo, en bloqueos y en dolor durante el sexo.

2.4 Suelo pélvico tenso

Muchas mujeres viven con tensión en el suelo pélvico sin saberlo. Un suelo pélvico tenso puede causar:

  • Dolor en la penetración.

  • Dificultad para introducir un tampón, copa menstrual o dedos.

  • Sensación de “cierre” o bloqueo automático.

A veces se relaciona con el estrés crónico. El haber aguantado dolor durante años e incluso con experiencias difíciles relacionadas con el cuerpo o la sexualidad.

Un profesional especializado (fisioterapia de suelo pélvico, ginecología, sexología) puede valorar si esto está influyendo en tu caso.

2.5 Lubricación insuficiente

La lubricación no es solo “estar mojada” o no. Está influida por hormonas, anticonceptivos, estrés y cansancio o por la etapa vital en la que te encuentras (posparto, lactancia, menopausia…).

Si hay poca lubricación, el roce puede irritar y doler. Ten en cuenta que esto es algo físico, no es una falta tuya. No define si “te gusta” o no la otra persona, ni mucho menos. Y se puede mejorar con más excitación, tiempo, comunicación y lubricantes adecuados.

2.6 Infecciones, inflamación o sensibilidad aumentada

Algunas causas físicas que también pueden generar dolor en las relaciones sexuales:

  • Infecciones vaginales o urinarias.

  • Inflamación de tejidos.

  • Alergias o sensibilidad a preservativos, jabones, productos de higiene íntima.

  • Condiciones médicas como vaginismo, vulvodinia, endometriosis, etc.

Por eso es tan importante no quedarse solo con la explicación de “será cosa mía” y consultar con profesionales cuando el dolor es frecuente.

3. ¿Qué hacer si el sexo te duele?

Si te duele el sexo, lo primero es: creerte y escucharte. No exageras. No eres “demasiado sensible”. 

Algunas acciones que pueden ayudarte:

3.1 Háblalo, aunque te dé vergüenza

  • Con tu pareja: explica qué sientes, dónde duele, qué necesitas.

  • Con alguien de confianza: a veces decirlo en voz alta reduce la culpa.

  • Con un profesional (médico, fisioterapeuta de suelo pélvico, sexóloga): no estás molestando, es su trabajo ayudarte.

Poner palabras al dolor abre la puerta a encontrar soluciones.

3.2 Quita la presión del “tenemos que”

El sexo no es un examen ni un rendimiento. Puedes:

  • Parar cuando lo necesites.

  • Cambiar de práctica si la penetración duele.

  • Explorar formas de placer sin penetración.

  • Negociar ritmos, momentos y límites con tu pareja.

El objetivo no es “aguantar”, sino recuperar el placer y la seguridad.

3.3 Vuelve a tu cuerpo con cariño, no con exigencia

En lugar de exigirte “tengo que superar esto ya”, prueba a escuchar tus sensaciones sin juzgar. A explorar el cuerpo sin presión por “llegar a algo”. Y a practicar respiración y relajación antes y durante el encuentro.

Tu cuerpo no es tu enemigo. Es el lugar donde volver a construir confianza.

4. ¿Cuándo deberías buscar ayuda profesional?

Es importante que pidas ayuda si:

  • Te duele casi siempre que tienes relaciones sexuales o intentas tenerlas.

  • Sientes que te tensas o te cierras sin poder controlarlo.

  • El dolor viene acompañado de sangrado, picor o escozor.

  • El miedo al dolor hace que evites el sexo o te desconectes de tu pareja.

  • Esto está afectando a tu autoestima, tu deseo o tu relación.

Pedir ayuda no es un fracaso. Es una forma de decirte:

“Mi cuerpo y mi bienestar importan”.

5. Lo que quiero que te lleves de verdad

El sexo está diseñado para:

  • El placer.

  • La conexión.

  • El disfrute compartido.

Si te duele, tu cuerpo te está pidiendo otra forma, otro ritmo, otro cuidado. Escuchar esa señal es un acto profundo de amor propio.

No tienes por qué vivir esto sola ni en silencio.

Si el sexo te duele, si te bloqueas, si sientes miedo o te desconectas de tu cuerpo o de tu pareja, puedes pedir ayuda y trabajarlo en terapia.

Acompaño a muchas mujeres y parejas que viven exactamente lo mismo. Y sí: es posible recuperar la calma, el placer y la conexión. Paso a paso, con información, cuidado y acompañamiento adecuados.

No es “normal” en el sentido de algo que debas aceptar. Es frecuente, pero no deseable. Si el dolor se repite, es una señal de que algo no va bien y conviene revisarlo.

 

Pueden influir cambios hormonales, estrés, experiencias emocionales, tensión en el suelo pélvico o infecciones. Si el dolor aparece de repente o se mantiene, es recomendable consultar con un profesional.

 

En muchos casos, sí. Con una buena evaluación médica y, si es necesario, fisioterapia de suelo pélvico y terapia sexual, se puede reducir el dolor y recuperar el placer.

 

Es importante explicarle que no es rechazo hacia la persona, sino una señal de tu cuerpo. El objetivo no es dejar de tener sexo, sino encontrar formas de intimidad que no te hagan daño.

 

Si el dolor es frecuente, intenso, aparece con sangrado o te genera miedo y evitación, es momento de pedir cita con ginecología y, si es posible, con una profesional especializada en salud sexual.

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